¿Cómo preparar a la empresa y a las personas para la reducción de la jornada a 44 horas?

La mayoría de las empresas en nuestro país, sin importar su tamaño o sector, no están preparadas para vivir de forma real la mejora continua. Esta es una conclusión a la que he llegado tras más de 20 años trabajando en diversos sectores.

Incluso en aquellas organizaciones que están en proceso de certificación —o que ya la tienen—, he observado grandes brechas para sostenerla o evolucionar más allá de lo que exige el cumplimiento formal. La mejora continua suele quedarse como un buen deseo, más que una práctica tangible en la operación diaria. No por falta de voluntad, sino porque no existe una estrategia paralela que la implemente de forma efectiva, para que sea comprendida, vivida, medida e interiorizada.

Se habla mucho de competitividad, diferenciación y expansión hacia nuevos mercados, pero en realidad, aún estamos atorados en una tarea más básica: lograr la productividad real y sostenible.

¿Qué entiendo por productividad?

Que cada persona, sin importar su puesto o nivel jerárquico, sea capaz de vivir cada transacción, proceso o conversación desde la lógica de la mejora continua: no solo buscando su propio crecimiento, sino también el del equipo y la organización. Que se genere valor colectivo, más allá de los discursos de escritorio o los objetivos planteados desde la alta dirección. Sin lineamientos claros, traducidos y adoptados por convicción, no hay mejora sostenible.

Tener una certificación, cumplir con lo que marca la ley o simplemente “querer que las cosas cambien” no es suficiente. La brecha solo comienza a cerrarse cuando todas las personas —desde directivos hasta operativos— comprenden que la mejora continua los beneficia directamente: mejora su tiempo, simplifica su trabajo y potencia su desarrollo.

¿Y cómo se relaciona esto con la reducción de jornada?

Hoy, muchas empresas ya enfrentan dificultades trabajando 48 horas semanales, con un costo humano altísimo y con pérdidas silenciosas que afectan la operación y la cultura. ¿Cómo aspiramos entonces a trabajar solo 44 horas (y luego 40 en 2028) sin que la productividad colapse?

La respuesta es clara: preparándonos desde ahora. Y esto comienza por resolver los problemas humanos que obstaculizan la productividad. Sin esta base, la competitividad seguirá siendo una meta lejana y difusa.

Muchas veces, incluso cuando se alcanzan ciertos resultados, no se sabe bien qué fue lo que funcionó: ¿quién lideró el cambio?, ¿qué equipo hizo la diferencia?, ¿cuál fue el verdadero costo de ese logro?

Cuando empezamos a ver a las personas como un recurso de valor inagotable, podemos enfocarnos en brindarles lo que realmente necesitan: no solo recursos materiales, sino herramientas intangibles que cambien su forma de pensar (mindset) y construyan hábitos saludables y productivos.

No se trata solo de alcanzar objetivos, sino de lograr que los colaboradores crezcan a través de los procesos. Que el sistema los forme como personas, que los inspire a aportar, simplificar, innovar y, en ese camino, potenciar la rentabilidad.


Segundo elemento clave: Alineación estratégica

Reducir la jornada sin un impacto negativo requiere un segundo paso crucial: la alineación de todos hacia un mismo horizonte.

Quizá pienses: “mi equipo ya está alineado”. Pero cuidado, muchas veces eso es solo una suposición sin base.

Es necesario contar con indicadores cualitativos —no solo financieros o de producción— que nos permitan saber si los equipos realmente se comunican bien, si fluyen los procesos, si existe capacidad de adaptación continua. Desde el director hasta quien lava las tazas de café, todos deberían tener claro hacia dónde va la empresa y qué papel juegan en ese viaje.


¿Tienes hoy una estrategia que te permita cambiar el mindset, vencer la resistencia al cambio y lograr una mejora continua que sea adoptada de forma voluntaria y estratégica por todos?

Ese es precisamente uno de mis campos de especialidad: acompañar a empresas, personas y equipos para que los cambios sucedan sin que el costo lo pague el colaborador. Que los esfuerzos se traduzcan en resultados concretos y en un entorno de bienestar, con excelente clima laboral, mayor competitividad y rentabilidad real.

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