Mucho se habla de la inteligencia emocional como una característica humana que los seres humanos vamos desarrollando (o deberíamos desarrollar) a lo largo de la vida, sin embargo, el día a día nos pone frente a personas, equipos de trabajo, líderes u organizaciones que carecen de estas habilidades blandas que nos permiten saber ser y estar en tiempo y forma de acuerdo a las situaciones en las cuales nos encontramos.
Si esto, muchas veces causa de rupturas entre personas, parejas, matrimonios y sociedades, imaginemos por un momento, lo que puede hacer, y de hecho hace en la gestión y operación organizacional.
Cuando dentro de la Cultura Organizacional o empresarial, la «Gestión Afectiva» no es una de las prioridades o de los objetivos, estratégicos, o KPI a desarrollar, la proyección y la gestión operativa & comercial se vuelven tortuosas, y no permiten la identificación de la causa raíz de ciertos comportamientos transversales que provocan en el mejor de los casos, falta de productividad o decrecimiento de la rentabilidad.
Pero ¿Cómo se manifiesta esta falta de Gestión Afectiva?
A veces en los atorones interdepartamentales, en otras al no estar listos o preparados para un proceso de sucesión generacional o de la integración de nuevos integrantes a la empresa, en otros casos, la ley se vuelve el estado de ánimo de aquellos que tienen la «autoridad» y que la detentan como «Poder» y así podría enumerar muchísimas manifestaciones de este intruso fantasma que contamina para mal a personas y organizaciones.
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